La argentina

En el amor no existe la complementación ideal. El amor no es una bella historia entre dos almas gemelas destinadas a entenderse, y añade, si la satisfacción de tus deseos te produce angustia, entonces es mejor que renuncies a enamorarte.

De la naturaleza de las cosas (Dē rērum natūra)

La argentina es un 10, como el astro del fútbol. Tiene algo que muchos no tenemos, como diría el cantante. Es un caramelo con forma de corazón. Solo mirarte, sonreírte, decirte algo y quedas atrapado. Esto fue lo que me pasó. Me miró, me sonrió, y me habló. El resto de la historia es una experiencia intensa, una orgía de sentimientos, un contraste de emociones, un regalo de la vida. Y por eso le pido a la vida que me siga regalando tanto.

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La italiana

Disfruto mirarte

Cada movimiento

Un vicio que tengo

Aquel día era día de “lavoro”. Tocaba hablar de la creación de riqueza, dónde se crea, cómo se reparte. ¡Qué placer que es la docencia! En mi caso, esta tarea se resume en tratar de romper los esquemas cognitivos previos del alumnado, despertar su curiosidad por leer, por debatir, por aprender. Parece que este año lo he conseguido.

Pero hoy no vengo a hablar de este “lavoro” sino del “lavoro” de la ilusión, del sentir. Esa mañana, antes de entrar en clase, me encontré a un compañero, uno de los grandes, de los que leen, de los que sienten, de los que viven. No estaba bien. Según me contaba, estaba teniendo problemas para dormir. Acaba de pasar por una ruptura sentimental. De todo lo que me contó, hay una cosa que me sorprendió. Extrañaba a su pareja, porque cuando dormía con ella, el simple contacto de una pierna con la otra, sentir ese calor, le bastaba para encontrar la paz, le bastaba para dormir bien. Las relaciones de pareja dan eso, paz y equilibrio.

Aquella noche yo tenía una cita y sabía que la cosa no estaba fácil. Cenaba con esa chica italiana, esa que le da título a esta historia. Pero esto no es una historia inacaba, esto es una historia imposible. Es una historia que no puede ser. Pero es una historia bonita, una historia que me ha hecho sentir, una historia que me ha hecho vivir.

La italiana es una chica de belleza natural, una chica que nunca lleva maquillaje, una chica segura de sí misma. La italiana domina las distancias cortas, una chica de lenguaje cariñoso—verbal y corporal. La italiana es una chica feliz, responsable, con las cosas claras, pero tranquila, de espíritu bohemio, de espíritu hippie. Aquella noche, la italiana ofrecía su mejor versión. Su rodilla tocaba mi pierna durante toda la cena. Esto lejos de tranquilizarme, me aceleraba el corazón. Su mano acariciaba mi pierna, y su sonrisa me cautivaba. La noche acabó en un paseo bajo la lluvia sin importarnos el agua. La noche acabó enfrente de su casa fundidos en un abrazo. La noche acabó con un mensaje de whatsapp, diciendo que la cosa no podía ser.

Como dice esa canción de adolescentes, “quería darte un beso” y “perder contigo mi tiempo…” No pudo ser, pero quiero seguir enamorándome, y llegar a los 80 siendo un eterno adolescente.

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La holandesa

Get your motor runnin’
Head out on the highway
Looking for adventure
In whatever comes our way

Tomábamos unas cañas en el Vino y Rosas. Comentábamos la aventuras previas. Reíamos, disfrutábamos con el análisis. Cómo fue, cómo podía haber sido. Nada nos hacía pensar que esa misma noche íbamos a vivir otra aventura, otra aventura incompleta. Las aventuras incompletas puede que sean las mejores. Son aventuras que ya nunca se podrán desidealizar.

Pagamos la cuenta. Nos dirigimos al santuario, al Tocateja. Fue entrar en el bar y la mesa se divisaba sola.

—Paco, ¿has visto la mesa de la derecha conforme se entra? Le pregunté.

—¡Ostras! Interpeló.

La sonrisa cómplice de Paco lo decía todo. A estas tres divinidades les faltaban unas alas de algodón en la espalda para poder ser confundidas con tres ángeles de Victoria Secret. Lo hicimos bien. Nos sentamos primero de cara a ellas, luego de espaldas a ellas. Ese día conocíamos a mucha gente. No parábamos de saludar a unas y otras. Nos hacíamos los interesantes, éramos interesantes.

Rafita se acercó con mucho arte. Había que tener muchísima confianza en uno mismo para acercarse a esa mesa. Nos abrió una puerta de oro. Luego, al cabo de un buen rato, me acerqué yo. Me senté con ellas y hablamos. Eran holandesas pero hablaban muy bien inglés. Estaban de “gap year” viajando por el mundo y tratando de averiguar qué querían hacer con sus vidas. Una dijo que quería estudiar Economía. Yo le dije que era profesor de Economía. Llamé a Paco, se sentó a la mesa. La conversación fluyó.

Cerramos el bar cantando “Born to be wild”, un clásico en estas noches. Nos fuimos a bailar. Después de una dura partida de ajedrez nocturno entre cervezas, miradas cómplices, bailes, caricias y besos mi noche acabó en el Pub la Estrella, bailando pegadísimo a ella. Ya no recuerdo bien el rostro de la holandesa; pero, si cierro los ojos, todavía puedo sentirla. Esta fue una noche de aventuras, una de esas noches en las que las diosas bajan de su olimpo y se entremezclan con los mortales.

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